“Los efectos de la naturaleza y la personalidad del hombre, respondían a deidades cuyos nombres escritos en leyendas daban sustento a la creación humana; la quimérica conexión universo-hombre había sido el puente para ascender al siguiente nivel dentro de la pirámide escalonada. “
La conquista desmoronaba al imperio, había sido asaltado por el desembarque de hombres envueltos en hierro, sed de riqueza, montados en bestias desconocidas, tenían consigo artefactos que hacían caer montañas y monjes que vestían de ideas evangelizadoras.
Así fue como la historia se hizo entre líneas escritas por victorias y derrotas, dando forma a la Colonia en la Nueva España, con ella el avance a semejanza de otras regiones en el occidente, allá lejos muy lejos de donde viniera la cruz que aceleraría la conquista a un nuevo mundo por demás desconocido.
Hombres en nombre de la corona con solo un objetivo: Conquistar, dos herramientas para lograrlo: pólvora y el cristianismo, emigrando entre los barcos como la peste que los acompañaba, era inocentemente virulento el propósito de los monjes… derrocando todo imperio y edificio que interpusiera la absoluta credibilidad cristiana.
Hace mucho tiempo, si es que pudo haber existido tan célebre personaje inmiscuido en aquel entonces… en una sociedad atroz, cegada y única fungía el papel de maestro entre discípulos apartando de todo acto que manchara la pureza del hombre tanto como él y de sus semejantes, cabe perfectamente en la etiqueta de filósofo por aquel singular estilo de vida.
Es solo un pensador más intentando purificar al hombre, intentando una hermandad inmutable, lejos de las divisiones de castas siendo absolutamente paridos por un antiguo y único dios.
Con una manera más de ver el mundo, al hombre y a dios; como tantos lo hicieron antes y después de él, la diferencia radica ahora en el privilegio, en el carácter que a lo largo de la historia y el presente, gozan tales “difusores de sus pensamientos”.
Ahora lo que veo y creo, que en esas fábricas canonizadoras, donde día a día percibo que la humanidad ha hecho a un dios producto de todos sus miedos y que en él enaltecen su fe, la misma fe en la que sin necesidad de oraciones, imágenes, rituales puede lograr por si sola por nuestra extraña naturaleza humana.
“El hombre es la medida de todo y para comprobarlo solo basta compararnos con lo mínimo que nos rodea y en ello encontrar una diminuta partícula que lo componga para ejemplificar la apariencia del hombre en el infinito y al exponerla con el mundo interno caeríamos en cuenta que dentro de nosotros mismos se halla un universo, que ni siquiera termina en la materia, que se expande al infinidad de la mente, dotada de cripticas capacidades y que si caemos en la nocividad de un dios para justificar una existencia lo mejor sería contemplar a un dios como un todo, incluso nosotros somos la parte que lo hace posible …tan solo el simple el hecho de pensarlo le permitiría ser y estar… “
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